9 abr 2018

Así fueron nuestras vacaciones de Semana Santa


Ya sabía que estas vacaciones se me iría como agua, y así fue. Sobre todo porque desde el primer lunes estuvimos a tope con todas nuestras actividades: vendría una amiguita de Constanza y se quedaría a dormir. La mitad del día se le fue a mi hija en la ansiedad de que ya llegara su amiga. La niña llegó y la diversión empezó para ellas pero también el agotamiento para mi. El martes recogieron a la nena y al día siguiente Constanza tenía de nuevo invitados en casa, esta vez su pequeño tío. Además el miércoles Isabel tenía cita en el neurólogo y buena parte del día se fue en ello. El jueves, Edgar ya estaba de vacaciones y salimos a hacer unas compras y prepararnos para el viernes santo, que para mi marido es muy especial pues cerca de donde viven sus papás, se pone una feria y realizan una procesión. Es una de nuestras fechas favoritas del año y rara vez faltamos a la feria. Nos gusta estar ahí prácticamente todo el día. Vamos y recorremos la feria temprano, esperamos la procesión y vamos a casa de mi abuela a descansar un poco sólo para regresar de nuevo y que las niñas se suban a los juegos. Además nos encanta comer ahí y probar todas las delicias que ofrecen:

Crepas, alas, banderillas, brochetas de carne, mariscos, pizza y creo que de todo un poco.

Hemos salido temprano y regresado muy noche a la casa. Y he comido de todo en la feria.

El sábado estuvimos en casa de sus padres de Edgar, las niñas pasaron un rato agradable conviviendo con todas sus primas, cosa que la verdad extrañamente sucede.

Para cerrar con broche de oro, el domingo llevamos a las niñas al cine.

La semana se me fue rapidísimo lo mismo que esta porque Edgar estuvo también de vacaciones y aunque no salimos fuera aprovechamos para descansar y resolver pendientes que teníamos.






 








24 mar 2018

Luna de tres


Aprovechando que nuestro aniversario acaba de ser, quería desempolvar este post que ya tenía un año archivado en mi lista de "borradores" y así revivir ese primer viaje que hicimos en familia.

Desde meses anteriores a la boda llegaban las preguntas y los consejos de todo el mundo respecto a si Constanza debía acompañarnos a nuestra luna de miel. En realidad nosotros nunca pedimos la opinión de nadie, apreciamos los consejos pero la decisión ya estaba tomada.

Hace 11 años, cuando decidí darle un "sí" a la vida, lo hice con la firme convicción de que cambiaría mi mundo, en es momento estaba aceptando que sería madre y no por unos días ni unas horas sino por siempre y para siempre, y eso incluía cargar con mi hija a todas partes.

Que no sería lo mismo la luna de miel, que ¿cómo encargaría al hermanito? ja (hoy ya saben que sí se pudo encargar), que no nos divertiríamos, etc etc. Si hubiera querido seguir con mi vida de soltera no hubiera elegido el camino de la maternidad. Además las personas no comprenden que para nosotros la diversión no lo era ni lo es si no es junto a nuestras hijas y era probable que si decidíamos no llevarla, al poco rato de estar lejos, la preocupación nos hubiera  ganado, la angustia no  nos habría dejado disfrutar y a cada instante hubiéramos pensado que todo hubiera estado mejor con la compañía de nuestra hija.

Desde antes de casarnos, Edgar y yo platicamos muchas veces sobre viajar y siempre coincidimos que era más divertido hacerlo con nuestra hija. Ella y ahora Isabel, son  parte de nuestros días  y no las cambiamos por nada. Con esta firme convicción siempre dijimos que Coni nos acompañaría a nuestra luna de miel, que se convirtió en una hermosa luna  de tres.

Emprendimos la aventura a un estado  cercano de nuestra ciudad para pasar unos días de relajación, chapoteo y  contacto con la naturaleza. Fue nuestro primer viaje como familia y lo disfrutamos mucho. Si hoy volviera tres años atrás y de nuevo tuviera que elegir si irme de luna de miel o luna de tres, elegirá mi luna de tres porque la disfrutamos mucho, y momentos entre Edgar y yo siempre hemos encontrado.





23 mar 2018

3er aniversario de Boda... y ¡el 9o del Blog!


Hace unos días recordaba el día de nuestra boda, no puede evitar recordar que por la mañana andaba en busca de mi ropa interior. Sí, así como soy, no podía ser que todo estuviera listo y perfectamente organizado horas antes de la boda. Todavía tenía un montón de cosas que hacer y andaba corriendo en busca de la ropa interior de novia. Mientras en casa me esperaba la maquillista ya muy desesperada amenazando que en cualquier momento se iba si yo no aparecía. Apenas llegué corriendo. Ya habían maquillado a todos en casa, sólo faltaba yo. Cuantos estrés hubo previo a la boda, desde los desacuerdos en la casa de Edgar y los múltiples pleitos que el y yo tuvimos, pero al final todo resultó como yo lo había soñado:

El altar repleto de gente, mi vestido perfecto, la gente que más amo rodeándonos con su cariño y Edgar y yo felices. Al momento de la fiesta decidí olvidarme de todo y enfocarme a disfrutar mi fiesta. Que si los meseros, que si la comida, que si los lugares... todo me dejo de importar, y sí, podían juzgarme de descortés pero es que la boda fue un sueño que se pospuso tanto y costó tanto llegar a ese día que no iba a preocuparme por los desperfectos que se pudieran suscitar en ese momento.

Me senté a disfrutar la comida que yo había elegido para ese día, a escuchar la música que tocaba el chico que amenizaba el banquete. Y también quería bailar y bailar y así lo hice. Mi marido estaba estresado pero yo no, ese día no estaba dispuesta a preocuparme por lo que estaba fuera de mi control. Y puedo calificar ese día como uno de los más felices de mi existencia. El comienzo de una historia que a diario construimos. Y este año ha sido maravilloso, tenemos tantos planes y tantas sorpresas que ya les iremos platicando.

Mientras tanto estoy feliz de cumplir nuestro tercer aniversario y muy agradecida con mi marido y con la vida por permitirme esta historia de amor.


¿Y saben que acabo de descubrir? Que el 21 de Marzo pero del año 2009 escribí el primer Post de este blog. No es por casualidad que ame tanto esta fecha, y bueno, ahora sé que la fecha de mi boda es también aniversario del blog.


1 mar 2018

Razones por las cuáles amo el mes de marzo

Ya llegó uno de mis meses favoritos, el calorcito ya se deja sentir y podemos irnos despidiendo de las chamarras, los abrigos y los guantes. Mi casa es un congelador durante el invierno, y nada más de andar gateando, Isabel se ponía como tímpano y empezaba con escurrimiento nasal. Que envidia me daba ver las publicaciones de las mamás que viven en tierras calientes, con sus bebés en puro pañalero y descalzos disfrutando su infancia como debe ser. Y en cambio aquí, hasta tres capas de ropa había que ponerle a Isabel y apenas si tenía movilidad para poder jugar. Pero ya no más... el calor ya viene con toda su fuerza.


Razones para amar marzo

Es el mes de la primavera, y con ello tengo un buen pretexto para disfrazar tiernamente a mi bebé.

En este mes podemos comenzar a sembrar una gran cantidad de flores, frutos y verduras. Sí, es la época ideal, y tengo algunas semillas que ya quiero ver crecer.

La ropa más coqueta es la de esta temporada: vestidos, shorts y faldas. Me acabó de dar una vuleta al centro comercial y estoy enamorada de toda la ropa de primavera ¡Dios, es tan preciosa!

Las plantas florecen y los árboles reverdecen, todo tiene un hermoso color.

Es una época perfecta para disfrutar paletas heladas y aguas frescas.

Bye bye gripe, al menos en mi caso

¡Habrá vacaciones de semana santa!

Es el mes de la mujer

Ah y otra que me encanta, me encanta... es el mes de nuestro aniversario de boda.

¿Y a ti te gusta Marzo?
la mayoría de las fotografías fueron tomadas de la red

28 feb 2018

El parto que no fue


Cuando recuerdo el nacimiento de Isabel a menudo lo pienso cómo el parto que no pudo ser... ¿quién diría que puede haber partos tan no planeados, partos que se salen de control?
Cuando me embaracé de Isabel, mi segundo embarazo, estaba dispuesta a disfrutar todo lo que no disfrute 10 años atrás, a olvidar los miedos que me apabullaron como primeriza, a gozar a plenitud de un momento tan único y tan efímero a la vez. Ahora tenía la madurez que no se puede tener a los 17 años, estaba acompañada de mi pareja y quería que él al igual que yo disfrutara cada cambio de mi cuerpo, de ver crecer al bebé y disfrutar sus movimientos.

Todo era una aventura, todo queríamos planearlo perfectamente. Ya habíamos decidido el hospital donde iba a nacer, el mismo donde nació Constanza pues el trato me había parecido muy cálido y no tenía queja del ginecólogo ni los pediatras. Contaban con el personal al adecuado para llevar un parto y para atender a un bebé. Comenzábamos a pensar en el baby shower, mi mamá y yo deseábamos alquilar algún lugar y Edgar proponía que fuera en casa. Ya habíamos empezado a preparar el ahorro para pagar el parto, estábamos en tandas por aquí y tandas por allá para tener todo el dinero listo al arribo de Isabel y cuando parecía que todo iba viento en popa, empezaron a detectarme la presión arterial alta. No dimensionaba la gravedad de las cosas y no creí que pudiera desembocar en un parto muy muy prematuro.

Cuando el director general de la clínica donde me atendía me advirtió que de no normalizarse mi presión todo podría acabar en una interrupción del embarazo, me pareció algo exagerado y fatalista. Después de todo yo me sentía de maravilla ¿por qué tendría que llegarse a tan graves consecuencias? Y muy honesto me dijo que me recomendaba arreglar mis papeles de seguridad social pues de continuar con el mismo estado, mi bebé sería de alto riesgo y ellos no contaban con el equipo suficiente para atender una emergencia de esa talla. Y aunque me parecía que estaba exagerando las cosas, no lo dudamos y fuimos a darme de alta a la clínica más cercana del seguro social. Catalogaron mi embarazo de alto riesgo e inmediatamente me mandaron a realizar estudios diversos y una clínica de gineco obstetricia. ¡Ya no llegue! a ninguna de las citas... ni a la más cercana que era una semana después. Tan sólo dos días después de haberme dado de alta, me puse muy mal y me tuvieron que llevar a urgencias.

Seis meses y medio... 29 semanas... no había crecido mi barriga lo suficiente, no supe lo que era ya no poder cortarme las uñas o agacharme por el tamaño de mi barriga, ni sentir con intensidad los movimientos de Isabel, apenas sí eran perceptibles sus pataditas, no supe de la fatiga de ya no aguantar la barriga, de los pies cansados, y una vez más no supe de contracciones.

Qué caprichoso es el destino. Y que amargas me parecen las horas previas al nacimiento de mi bebé. Y cada que visitamos al pediatra en aquella clínica dónde me pensaba aliviar, siempre recuerdo como todos mis planes cambiaron. Y aunque al final todo valió la pena, y tengo un enorme agradecimiento con la vida, con Dios y con el personal que atendió a Isabel, siempre recuerdo todo como el parto que no pudo ser.

La imagen puede contener: una o varias personas e interior
Editada por Wendolin Vera. Con la tecnología de Blogger.