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27 may 2020

Papá se fue al cielo... y la tristeza tocó a mi puerta

2019 y 2020 quedarán marcados para siempre en mi vida. No sé que venga en 2020, pero estoy segura que la herida que se ha abierto, tardará años en cicatrizar, si es que un día lo hace.
Creo que en muchas ocasiones les escribí sobre papá. El primer amor de mi vida, y mi ángel protector de siempre. Si con algo privilegió esta vida a mis hijas, fue con mis padres, abuelos excepcionales. Así pues mi papá siempre jugó un papel muy importante y activo en nuestras vidas; ir por Constanza a la escuela, jugar con Isabel, paseos, comidas y obsequios para las niñas. No hubo nada que mi padre no les brindara a sus nietas: tiempo, afecto, recursos, etc. Siempre procuró su bienestar.

Y justo cuando la vida parecía tan perfecta, cuando me sentía tan plena y estaba convencida de que nada nos faltaba, la enfermedad tocó a nuestras puertas. Papá se veía mal, y en el fondo creo que todos sabíamos lo que se venía.

Un frío noviembre dieron el temido diagnóstico, papá tenía cáncer. Desde aquel día nada volvió a ser igual. La noticia desmoralizó a mi padre, y la tristeza tocó a las puertas de mi hogar, venía dispuesta a instalarse, para sabrá Dios cuándo irse. Desde aquel día, la casa de mis padres, el hogar que algún día nos vio crecer, se pintó de miedo, nostalgia y preocupación. Iniciamos la batalla, aunque resultaba difícil pues creíamos que papá se estaba dando por vencido antes de tiempo. Fue increíble el cambio de mi padre, en una semana era otro ser totalmente distinto. No comía, sólo dormía. poco a poco el genio le iba cambiando, ya no era el señor alegre que algún día fue.

La doctora dijo que la enfermedad de mi padre era totalmente controlable: leucemia mieloide crónica. Dijo que con el tratamiento adecuado mi padre podría vivir más años. Pero papá parecía vencido. No quería comer, cada día estaba más delgado, por la noche dormía con el ventilador encendido, aunque afuera estuviera helando. El semblante le iba desmejorando y cada vez se veía más débil.

En casa se respiraba un aire de tristeza. Era mitad de diciembre y ni siquiera habíamos terminado de poner el árbol de navidad. Todo se volvía incertidumbre. Para ese mes papá ya había estado internado en el hospital, tenía una insuficiencia renal. Un doctor nos había dicho que no le daba más de dos años de vida, no sabíamos si hacer caso del optimismo de la doctora o del realismo del doctor. Era fácil decir que papá no estaba poniendo de su parte, no eramos nosotras las que estábamos en su lugar, las que padecían los síntomas, las que se sentían mal.

Llegamos a enero. Pensamos que papá había mejorado, pero por un paso hacia delante, se venían dos hacia atrás.

Una noche me dijeron que papá quería hablar conmigo. Sentí un fuerte dolor de estomago. Al entrar a la recámara, pude notar que mamá y mis hermanas lloraban. Lo primero que dijo fue:

-Tú tienes que echarle muchas ganas por tus hijas. No voy a salir de esto, mi cuerpo está muy deteriorado.
Ya no me lleven más al médico, no sigan gastando en algo que no tiene remedio.
Tienen que ser unidas, una manada.
No reprochen nada, mejor agradezcan los años que tuvimos, fueron algunos muy buenos.

Wendy no publiques en facebook que perdí la batalla.-Todas nos reímos en ese instante-

Nos contempló, y exclamó: "mis niñas".

Las tres estábamos ahí junto a él, al pie de la cama. Yo no podía llorar, no quería, no quería que me viera sufrir, quería darle serenidad, Acaricié su cabecita y le agradecí todo, le dije que lo amaba mucho al igual que mis hijas, y que ellas lo extrañarían mucho. 

Esa noche no pude dormir. Un ataque de ansiedad me invadió por la noche. Lloré mucho. Al día siguiente papá respiraba, yo pensaba que su cuerpo seguía dando batalla.

Un 10 de Enero, en pleno cumpleaños de mi hermana menor, papá tuvo una hemorragia en la nariz. Como no había nadie en casa más que yo y mis hijas, pensé que se trataba de un pretexto que mi padre utilizaba para no comer. La única que podía hacerlo comer era mi hermana menor y aún no llegaba. 

Llego mi hermana la mediana, le pedí que le insistiera a mi papá para que comiera. NO tuvo éxito, por el contrario comprobó que la hemorragia no le paraba y llevaba poco más de un par de horas así, por lo que de inmediato llamó a la ambulancia. 

Llegó el paramédico. Dijo que podía estabilizarlo sin necesidad de ir al hospital, pero esta vez papá pidió ser llevado al hospital. Ese día tampoco lo olvidaré. Cuando Edgar llegó y vio la ambulancia, entró a casa con el semblante palidecido. Estaban preparando a papá para llevarlo al hospital. Acababan de llegar amigos de mi hermana para pasar con ella su cumpleaños. 

En la puerta yo cargaba a Isabelita, junto a mi estaban Constanza y mi hermana menor Alma, afuera, junto a mi padre estaban mi hermana Melina y mi madre. Nos quedamos contemplando como se llevaban a papá en una camilla. No lo sabíamos pero esa era la última vez que papá salía de la casa.

Eso fue un viernes por la noche. Un lunes, 14 de enero, acababa de regresar de recoger a Constanza de la escuela. Estábamos comiendo, mi mamá y mi hermana menor estaban el hospital con papá. Yo traía prisa, quería que fuéramos a ver a papá. Iba a servir el arroz, cuando recibí una llamada del hospital, era mi hermana, me dijo que en cuanto pudiera me fuera para el hospital, pues la doctora quería hablar con nosotros. No hacían falta más palabras. Sabía exactamente a lo que tenía que ir al hospital. El hambre se me fue. Espere a Edgar para que nos llevara al hospital. 

Cuando salí, mi hermana menor había venido por mí. Estaba llorando. Salimos enseguida al hospital.
Para serles sincera, hubiera preferido más intimidad. Estaba lleno ya de familia. Justo en ese momento, todos querían ir a despedirse de mi padre. Yo sólo quería llegar y acurrucarme junto a él y a mis hermanas. Aguardamos el momento prudente para estar mis tres hermanas solas junto a él. Le dije lo mucho que lo amaba y cuan agradecida estaba por habernos dado una infancia tan feliz. Él sólo asentía con su cabecita y los ojos cerrados. Lo bese mucho. También le dije que aunque lo amábamos no queríamos verlo más sufrir, así que si había llegado su tiempo, podía irse tranquilo. 

Constanza no paraba de llorar. Ella y mi hermana menor eran quienes más me partían el corazón. Victoria, la menor, no se movía de su lado, se quedaba recostada junto a la camilla, acariciando el brazo de papá, de sus ojitos jamás cesaron las lagrimas. 

Después de estar toda la tarde y ya que era noche, me regresé a la casa con mis hijas y mi hermana Melina. Mamá y Victoria se quedarían con papá. Regrese a casa tan triste, con la esperanza de ver a papá en la mañana.

Nos fuimos a dormir. Apenas conciliaba el sueño cuando fuertemente golpearon la puerta de mi cuarto. Ya sabía lo que me dirían. Sentí un nudo en la garganta. Era mi hermana, para avisarme que papá acababa de fallecer. Se fue al hospital con Edgar, yo aguardaría a mamá para ir más tarde. A las cinco de la mañana me bañe. Ya no pude dormir.

Mi hermana menor vino a dormir un poco, y mamá a bañarse y cambiarse de ropa. Ayude a mamá a seleccionar ropa para papá. 

Nos fuimos al hospital. Ahí estaba papá, los ojitos cerrados con cinta adhesiva, envuelto en una sabanita blanca con los brazos cruzados, su cabecita cubierta con otra sábana blanca, como un muñequito dormido. Que dolor ver su cuerpo inerte, que dolor saber que ya no despertaría más. La imagen más triste que ha de acompañarme hasta el fin de mis días. Me acerqué a besarle la frente. Increíble que ese cuerpo fuera el mismo que acababa de besar unas horas antes, toda calidez se había escapado, ahora era un tímpano de hielo. Lloré en su pecho. Mi muñequito bello, repetí. Ahí aguardamos unas horas hasta que estuvo listo el certificado de defunción.

Nos fuimos a la casa, a esperar a que el cuerpo fuera llevado a la funeraria. Cuando entre, y vi a mi papi en una caja, sentí un vértigo, sentí desmayarme, pero siempre conservé la cordura y la fortaleza, aunque por dentro estuviera deshecha.

Edgar y yo fuimos a comprarle flores a papá, pero cuando regresé a la funeraria, el lugar estaba repleto de flores. Me dio alegría, aunque no deje de pensar ¿por qué esperamos hasta ese momento para demostrar el afecto? ¿por qué no le enviaron todas esas flores cuándo papá dio aviso de su enfermedad?, ¿por qué no se reunieron todos a verlo cuando aún era tiempo?, seguro que le habrían inyectado otro ánimo. Sí, hubo mucha gente, muchas flores y muchísimas muestras de afecto. 

Sí, a quién más admiro hoy es a mi madre, y le estaré infinitamente agradecida toda la vida pues no escatimo en recursos para tratar la enfermedad de papá, en medicamentos, especialistas, estudios, en nada. Gasto hasta el último centavo con la esperanza de recuperar la salud de mi padre, y aún en sus últimos instantes, siguió sin escatimar, todo con tal de que papá tuviera una muerte tranquila, sin sufrimiento, un buen morir. Es una fregona en todos los sentidos de la palabra, no pidió nada a nadie, y eso le permitió llevar el control de todo, decidir que era lo mejor, el dónde, cuándo y cómo respecto al funeral, respecto a todo. 

Aquí estoy intentando pintar mis días nuevamente que se empañaron de gris. Caminando con una nube gris que empaño todo lo que un día vi en colores brillantes, preguntándome si algún día volveré a ver la vida igual.

Aquí estoy suspirando mil veces, añorando el pasado, extrañando a papá. Aquí estoy con el dolor de la ausencia, el silencio infinito y las mil preguntas de Isabelita que aún no alcanza a comprender el significado de la palabra "Morir" o "fallecer". 

Aquí estoy, reconstruyendo mi vida, intentando avanzar, aunque hay días en los que me siento como barco a la deriva, perdida, sin saber si voy o vengo, sin saber que de mi será.

Aquí estoy, recordando siempre a papá.

PD. Este texto lo escribí hace algunos meses, cuando incluso no tenía ganas ni de publicar. Hoy, creo que el tiempo ha hecho su trabajo, el dolor jamás se va pero s se diluye el sufrimiento, jamás te acostumbras a la ausencia, pero aprendes a vivir con ella. Poco a poco las cosas recobran el color, no el mismo, pero todo se empieza a acomodar. 

23 sept 2016

Ha salido el sol

Papá ha cumplido dos meses de estar en casa. A ocho meses desde que papá ingreso al hospital por lo que fuese un simple dolor de estómago y que más tarde terminaría en tres cirugías y un delicado estado de salud, por fin pudimos ver las nubes grises despejarse y asomar los rayos del sol.

¿Qué puedo decirles? Este tipo de experiencias sirven para poner a prueba nuestras capacidades humanas, y ver de que estamos hechos. Probamos nuestra fortaleza, nuestra unión como familia y mi madre de gran temple pudo corroborar que es capaz de llevar el control de una casa, de un negocio y el cuidado de su esposo sin necesidad de gran ayuda. Hubo muchas noches de lagrimas, de angustia, de incertidumbre y dolor pero también siempre había esperanza y resignación  ante lo que la vida y Dios dispusieran. 


Cuando papá salió del hospital no nos hicimos muchas esperanzas, temíamos una recaída y veíamos como un sueño lejano el olvidarnos del hospital, sin embargo y contra todo pronóstico, mi padre se ha ido recuperando, en un principio muy lentamente y también fue otro proceso difícil pero se logro superar. No comía mucho y no se sentía bien, sin embargo de a poco fue tolerando los alimentos e ingiriendo un poco más cada día y ahora come como siempre lo hizo.


Que alivio verlo bien, ya con fuerzas y con energía rehaciendo su vida. No sé si habrá aprendido mucho o poco de esta experiencia, ni si este consciente de la gran segunda oportunidad que le concedió la vida.


Yo por mi parte esta experiencia me ha servido para ser más agradecida, más sensata, disfrutar más. Estas cosas no deben pasar en vano por nuestras vidas, cuando algo así ocurre debemos remontarnos en nuestra vida, agarrarla con fuerza y hacer cambios radicales para agradecer.


Las cosas se acomodaron de manera estupenda y han venido buenos vientos, buenas noticias, buenas oportunidades. Así es la vida, así lo dicen, después de la gran tormenta viene la calma y se asoma con fuerza el sol.
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23 jun 2016

Días nublados

Y seguimos aquí, entre días nublados, tomando fuerzas de quién sabe dónde para mantenernos en pie, para no tirarnos a llorar, para seguir luchando junto a papá.
El viernes de la semana pasada, al fin lo dieron de alta en el hospital. 4 meses y medio es lo que llevábamos de hospitalización. Han sido tiempos duros, el hospital termina cansando tanto a los enfermos como a los familiares que acompañamos, mi madre a veces se agobiaba, lloraba, desesperaba pero eso sí, jamás jamás se ha vencido. De hecho mi admiración a ella ha crecido enormemente, ha tenido un temple sorprendente, ha soportado situaciones francamente decepcionantes por parte de la familia de papá, pero ella sólo calla, ha sacado a flote el negocio familiar que estaba en ceros y para ser honestos, han sido estos 4 meses los de mayor estabilidad económica que se ha visto en casa.

Hicimos un equipo genial, entre mi madre y las tres hermanas que somos jamás dejamos sólo a papá mientras estuvo internado, siempre nos rolamos para pasar la noche y los días junto a él. 

Pero no todo ha sido malo, hemos visto tantas historias, hemos hecho tantos amigos, lecciones de vida hemos aprendido.

Sin embargo esto parece no tener fin. Sigo viendo a papá mal, a casi una semana de volver a casa no lo veo tan repuesto como esperábamos que fuera al pasar los días y definitivamente no es el mismo de hace 4 meses y medio, le han robado unos años, le han robado unos kilos, ahora luce delgado, flaco, acabado. Y sigo orando, sigo rezando, sigo deseando que no se canse de luchar, que no se canse de vivir, que siga dando batalla. Él también ha sido un guerrero, ha resistido operación tras operación y ha vuelto a abrir sus ojos, pero luego noto su cansancio y no se como darle fuerzas, como pedirle que mantenga siempre la voluntad de respirar.

Mientras el mundo gira y gira allá afuera, para nosotros se ha detenido el tiempo, un pedazo de nuestro corazón esta fragmentado y no nos deja olvidar. Pero sigo con la firme idea de qué las cosas pasan por algo, sigo creyendo que una lección valiosa hay tras esto y no pierdo la esperanza de que mañana veamos esto sólo como una batalla, la batalla más dura que hemos enfrentado, de la que saldremos victoriosos.

18 feb 2016

Los tragos amargos de la vida

Hace sólo un par de semanas atrás, en un intento de retomar el blog, describía lo bien que habíamos iniciado este año, y todos los planes y proyectos nuevos que venían.

Comenzamos enero adquiriendo nuestros primeros muebles: una sala, un comedor y nuestro refrigerador. No podría describirles la emoción que esto causa en unos recién casados (ni tan recién) que no tienen mucho y que quieren emprender la aventura de la independencia. También celebrábamos mi recién graduación de la universidad y mis energías estaban puestas en aprobar mi examen de egreso de la licenciatura CENEVAL y en buscar nuevos proyectos y clientes para estrenarme como recién egresada. Y entre tanto júbilo e ilusión que traen los comienzos de un nuevo año, de pronto el panorama nos cambió y todo se nos nubló.

Un viernes 30 de enero, casi a punto de dar la media noche, me llamó mi hermana menor al celular para informarme que estaban con papá en el hospital porque él se sentía muy mal. Esa noche comenzaba la primera noche de muchas en vela que se avecinaban. Angustiada desperté a Edgar y le dije que papá estaba en el hospital pero que no sabía qué pasaba. Inmediatamente decidió irse al hospital con mamá y mi hermana y fue él quien esa noche se quedó con papá mientras mi madre y mi hermana regresaron a dormir un rato. Papá estuvo toda la noche en observación, al parecer el problema era estomacal. Erradamente la palabra "estomacal" me tranquilizó, y tenía la esperanza de que papá estaría de vuelta en casa a la mañana siguiente. Sin embargo, ya en la mañana, cuando todavía estaba en cama, mamá me llamó para informarme que papá estaba por entrar a quirófano. La escuche angustiada pero yo mantuve mi estado optimista, papá es un hombre joven, sabía que saldría con bien. Fue un muy largo día en espera de noticias suyas, pero fue hasta media noche que mamá lo pudo ver y estar con él. En cuanto pude fui a verlo y a estar con él en el hospital. Su progreso parecía rápido, ingresó un viernes al hospital y calculábamos que antes de la semana estaría de vuelta en casa. Estaba débil, es cierto, pues fue una cirugía de gran complejidad, la oclusión estomacal que presentó provocó que le tuvieran que retirar un pedazo de intestino. Y cuando todo parecía ir de maravilla descubrieron que había infección por dentro y hubo que echar todo para atrás. Retiraron de nuevo alimentos y volvió el ayuno. Los días comenzaban a tornarse pesarosos, las noches interminables y el agobio entre mis padres comenzó a causar fricciones. De pronto papá entro en depresión, estaba cansado de estar en el hospital, y en medio de esa terrible tensión nos dieron la noticia de que papá entraría nuevamente a quirófano. Justo cuando creíamos que nada podía ser peor, nos llegó esta noticia como balde de agua fría, puesto que papá estaba débil física y anímicamente. 

Tanto mamá como papá lloraron mucho antes de que él entrara a cirugía. Fue imposible mantenerme ilesa en medio de un ambiente tan deprimente y rompí en llanto también. Las horas de espera nos parecieron las más amargas, más a mi madre que a mí. Después de la larga espera el doctor salió a darnos informes. Cuando me llamó yo estaba sola, me preguntó por mamá y también me preguntó cuántas hijas éramos. Al decir que éramos tres pude ver su mirada lastimera y un gran vuelco sacudió mi estómago, sentí un dolor terrible, mi cuerpo vencido y las peores cosas pasaron por mi mente. Le llamé a mi madre con urgencia, le dije que el doctor la estaba esperando. El silencio incómodo me hacía temblar. Al fin llegó mamá y el doctor habló: papá había salido ya de cirugía (-¡urra!, gritó con gran alivio mi corazón), peeeeero el doctor nos advirtió que papá estaba muy muy delicado, que había sido una cirugía muy difícil y que el peligro aún no pasaba. Nos pronóstico muchas semanas más de hospital y nos advirtió que vienen tiempos muy difíciles. Cuando se marchó, mamá me abrazo y se soltó a llorar, yo lloré un poco, sólo quería reconfortarla. Ya cuando estuve a solas, lloré y lloré mucho, deje que el dolor fluyera de mi corazón.

Ahora estoy aquí, en la sala de un hospital, junto a mi padre, velando sus sueños y adaptándome a este nuevo ritmo de vida, a trasnochar, a los vaivenes de casa al hospital, a dejar a Constanza algunos días sin mí y aprendiendo a coordinarme junto a mamá y mis hermanas. Han sido tiempos complicados, pero juntos lo hemos logrado. Agradezco el infinito apoyo de mi esposo, pieza clave en este engrane que trabaja para que todo salga bien. La amabilidad y dedicación de algunas enfermeras hacen más liviana esta situación y cabe mencionar que papá es muy querido y popular en el hospital. Anhelo fervorosamente que papá se recupere y lo tengamos de vuelta en casa sano y salvo, no importa cuántas semanas sean, si es ese el precio que hay que pagar por su vida y su salud, me parece poco. Es tiempo de sacar la casta, y seguir adelante pese a esta prueba que el destino nos ha puesto. Después de todo, en estas noches noctámbulas encuentro la inspiración para escribir.


Saludos cariñosos.

6 abr 2015

¿Y el "vivieron felices por siempre"?

Ojala todo fuera como en los dulces cuentos de hadas en dónde repentinamente las princesas encuentran al maravilloso y apuesto príncipe azul y todo concluyera con esa mágica leyenda "Vivieron felices por siempre". Desafortunadamente no hay nada más alejado de la realidad, heme aquí, viviendo una realidad tan distinta a la idealizada...

Apenas el sábado 4 de marzo cumplimos 15 días de habernos casado, después de seis años de noviazgo y unos 11 años de conocernos, pensé que teníamos unas bases firmes sobre las cuales construir nuestro matrimonio, pero al parecer no es así, creo que nuestra relación se ha basado en la costumbre y en malas prácticas de comunicación. 15 días y no todo ha sido miel sobre hojuelas, por el contrario, me he dado de bruces contra la pared.

Los primeros días veía a Edgar con cara de preocupación y de angustia, comprendo que extraña su casa y a su familia pero la situación me rebasa, sobre todo cuando veo que a diario le habla a su mamá y cuándo no es él quien llama, ya le están hablando, apenas tenía unos tres o cuatro días que no íbamos a casa de sus padres y ya estaban reprochando que no los visitábamos, sé que para mi puede ser fácil la situación porque estamos viviendo en casa de mis padres, pero esta situación es así porque Edgar me ha solicitado que le de un tiempo para estabilizarse económicamente y podamos ir a rentar un hogar exclusivo para los tres, pero vamos, que más quisiera yo que eso fuera inmediatamente. Por otro lado cabe destacar que a raíz de la boda no quiero saber mucho de su familia, me demostraron ser personas que entre más lejos se tienen, es mejor. Ya había tenido muchos roces y ya me habían hecho algunas groserías que toleré por que se trataba de la "familia de mi pareja", pero es que para mi boda sacaron todo el cobre a relucir, desde días antes se la pasaron hablando y criticando cualquier  tontería, no quisieron venir a pedir mi mano y de plano el día de la boda, un hermano de Edgar y su esposa nos hicieron la majadería de salirse de la fiesta muy enojados que porque no se les aparto un lugar, a nadie se les aparto un lugar, pero no obstante de que fue un berrinche tonto mi suegra va y les pide disculpas, cosa que me enfado bastante... Apenas el sábado tuve un disgusto muy fuerte con Edgar por obligarme a convivir con su familia, estuve a punto de mandar todo a la porra y decirle tantas cosas horribles, sin embargo, esperé a que el coraje disminuyera para no decir cosas de las cuales después me pudiera arrepentir. Pero el tema lo hemos puesto sobre la mesa muchas veces, siempre le dije que no me gustaba convivir con su familia, se lo advertí antes de casarme, y cada vez que intentaba olvidar el asunto y reunirme con ellos, algo ocurría y una y otra y otra vez le ponía el ejemplo de las cosas que no me parecían de su familia, pero parece que todo este tiempo he hablado con una roca que asiente a todo lo que digo pero pasados los días olvida todo y de nuevo me solicita que nos paremos en casa de sus padres.

La verdad no voy a ceder, mientras en la casa de sus padres no aprendan a respetarnos y a darnos un lugar, mientras no aprendan a apreciarnos, yo no estoy obligada a estar ahí, podre ir alguna navidad o en alguna fecha importante, pero no más, lo triste es que no sé si Edgar no se da cuenta o es más grande su apego que prefiere ignorar la situación. Por otro lado le propuse que regresara a su casa y que viniera por nosotras el día que tenga a dónde llevarnos, de este modo dejará de sentir que la balanza está mal, no ha aceptado, pero de continuar las cosas así, soy capaz de echarlo pues no estoy dispuesta a vivir un infierno en nombre del amor. Espero que nuestro amor pueda superar estas pruebas y hallemos pronto las respuestas.

10 sept 2013

Para ti Chabelito, hoy te recuerdo con amor

Hace ya un año que partiste, que decidiste que tu vida debía concluir, que quisiste partir al cielo... Hace un año y el dolor se vive igual que el día de tu partida. Hace un año y en mi mente sigue intacto cada instante, probablemente el día mas triste de mi existencia. No ha sido fácil, en especial para mi abuela y para mamá que aún llora, que en sus ojitos reflejan la profunda pena que le causa tu ausencia. Tu casa jamás volvió a ser la misma, nos faltas tú! 

23 años se me hicieron pocos a tu lado, hubiera deseado muchos más! Te extraño tanto y Coni también. Procuro que no se olvide de ti, que te recuerde con cariño, que en su memoria vivan los momentos en que veían películas juntos, las pocas caminatas q tuvo contigo, que mire tus fotos, le platico q ti, y recuerdo cuando le hablaba: "¿Por qué lloras mamacita?, vente mamacita, hola mamacita". ¿cómo te agradezco ese cariño si ya no estas? 

Y como te extraño cuando estoy trapeando. Invariablemente siempre llegabas en ese momento, aveces me apresuraba porque sabía que si llegabas, te pasarías aunque  aún estuviera mojado, ensuciarías y yo tendría q volver a limpiar... Entrabas a mi casa, te sentabas, tomabas un vaso de coca y te ponías platicar hasta q te quedabas dormido. Otras veces salias a ver a tus "cuates". Mamá se quedaba con pendiente de que anduvieras en tu bicicleta. Ahora nadie viene a visitarnos!

Como olvidar ese día, probablemente el más gris y triste de mis días. Ya desde las primeras horas de la madrugada, me invadía el llanto y la nostalgia, como si un presagio obscuro me revelara la verdad. 

Abuelo te amo, eternamente te amamos!

Conmigo

 Con Coni
Por cierto, hoy soñé que veía por la noche, cerca de donde vivía mi abuelo, un asombroso cielo repleto de estrellas parpadeantes. Después me iba a casa de mis abuelos, y por la mañana (era una mañana de reyes magos), cuando despertaba, mi abuela iba entrando a la casa, junto con su hermana, y al final entraba mi abuelo, me veía y me sonreía. En eso desperté. Tal vez era una señal pero doy las gracias por haberlo visto aunque sea en sueño!

Editada por Wendolin Vera. Con la tecnología de Blogger.