Ya sabía que estas vacaciones se me iría como agua, y así fue. Sobre todo porque desde el primer lunes estuvimos a tope con todas nuestras actividades: vendría una amiguita de Constanza y se quedaría a dormir. La mitad del día se le fue a mi hija en la ansiedad de que ya llegara su amiga. La niña llegó y la diversión empezó para ellas pero también el agotamiento para mi. El martes recogieron a la nena y al día siguiente Constanza tenía de nuevo invitados en casa, esta vez su pequeño tío. Además el miércoles Isabel tenía cita en el neurólogo y buena parte del día se fue en ello. El jueves, Edgar ya estaba de vacaciones y salimos a hacer unas compras y prepararnos para el viernes santo, que para mi marido es muy especial pues cerca de donde viven sus papás, se pone una feria y realizan una procesión. Es una de nuestras fechas favoritas del año y rara vez faltamos a la feria. Nos gusta estar ahí prácticamente todo el día. Vamos y recorremos la feria temprano, esperamos la procesión y vamos a casa de mi abuela a descansar un poco sólo para regresar de nuevo y que las niñas se suban a los juegos. Además nos encanta comer ahí y probar todas las delicias que ofrecen:
Crepas, alas, banderillas, brochetas de carne, mariscos, pizza y creo que de todo un poco.
Hemos salido temprano y regresado muy noche a la casa. Y he comido de todo en la feria.
El sábado estuvimos en casa de sus padres de Edgar, las niñas pasaron un rato agradable conviviendo con todas sus primas, cosa que la verdad extrañamente sucede.
Para cerrar con broche de oro, el domingo llevamos a las niñas al cine.
La semana se me fue rapidísimo lo mismo que esta porque Edgar estuvo también de vacaciones y aunque no salimos fuera aprovechamos para descansar y resolver pendientes que teníamos.
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