30 ene 2017

Una nueva aventura y una bebé prematura

Nunca imaginé que tendríamos que pasar por esta situación, todo fue tan rápido que apenas he tenido tiempo de asimilarlo...

Apenas tuve tiempo de redactar la entrada en el blog para anunciarles mi embarazo y nunca se público dicha entrada pues estaba en busca de la imagen perfecta para ilustrar tan grande acontecimiento, apenas comenzaba a notarse la barriga, apenas comenzaban a sentirse con fuerza las pataditas, apenas si disfrutamos de este embarazo, apenas nos habíamos enterado que sería niña ¡sí, otra hermosa niña!, apenas preparábamos la fecha del baby shower y apenas comenzábamos a imaginar nuestra nueva vida.
Me enteré que estaba embarazada un 30 de abril en pleno día del niño y nunca olvidaré las caritas de asombro y felicidad que pusieron Edgar y Constanza cuando les mostré la prueba de embarazo, los ojitos de Edgar se llenaron de brillo y Constanza soltó un grito seguido de un abrazo.

Todo transcurría tranquilamente, primero ocurrieron una serie de eventos afortunados: papá salió del hospital después de casi medio año, tuvo una buena recuperación, Edgar comenzó a estudiar la universidad, yo comencé a realizar mi servicio social en televisa (la televisora más representativa en mi país) y mi embarazo parecía ir muy bien.

Desde el principio del embarazo tuve presiones arteriales elevadas, pero nadie le tomo mayor importancia, ni el ginecólogo ni yo, ni Edgar. La presión elevada la atribuíamos al estrés generado por las noches en que me quedaba a acompañar a papá en el hospital, a una infección en vías urinarias, en fin, a múltiples factores sin saber en realidad la verdadera causa, hoy sé que tener la presión elevada en el embarazado puede resultar grave, tan grave que desemboca en la interrupción del mismo.

Una noche me tuvieron que llevar al hospital pues mi presión arterial estaba por los cielos, 150/110 registró el tensiómetro. Al llegar al área de urgencias comenzó un largo y angustioso camino para mí. Ya no pude salir del hospital porque mi presión jamás se estabilizó por más medicamento que me administraron. Ahí adentro, lejos de mi hija y de mi esposo, las horas se me hicieron eternas y el trancazo vino cuando me dijeron que tendrían que interrumpir mi embarazo, el mundo se me hizo trizas, estaba abatida y tantas cosas pasaron por mi mente. Que angustia sentí cuando me pasaron la primera inyección de un medicamento que ayudaría a que los pulmones de mi bebé se terminaran de desarrollar, cómo dolía para más me dolía el alma, mi bebé aún tan pequeña no estaba en tiempo de salir al mundo. Por la mañana me trasladaron a otro hospital. Tenía la esperanza que algo pudieran hacer por mí en otro lugar, cada hora, cada segundo segundo que pasaba yo lo veía como tiempo ganado para mí bebé. Pero la cosa no cambió, seguía escuchando la palabra "Interrupción de embarazo", y el tiempo seguía pasando lento. No pare nunca de llorar y sentí que todas esas horas fueron la peor pesadilla en mi vida, no sabía si tranquilizarme y resignarme pensando que los médicos hacían lo mejor para mí y la bebé o tener fe en que regresaría a casa con mi barriga viendo todo eso como un mal sueño, no lo sabía porque cada que preguntaba qué procedía me respondían con un: -aún lo estamos debatiendo. Lo único que podía ver con certeza en la cara de los médicos y enfermeros era lástima.

A veces me tocaba la barriga que se me ponía dura como si Isabel, sí ya la llamaba Isabel, estuviera estresada. Me acariciaba y entre lágrimas le decía a mi bebita que tenía que ser valiente y muy fuerte. Apenas entrado el sábado a la media noche me confirmaron que me harían cesárea, y que comenzarían a prepararme para entrar a quirófano. De tantas lágrimas la cara la tenía hinchada muy hinchada tanto que sentía que apenas podía ver de tan inflamados que estaban mis ojos. Que rabia me daba la cesárea, estar pasando por esa situación y no saber nada de mi familia. Todos esos días jamás se me permitió hablar con Edgar, me hacía falta tanto su abrazo, escucharlo, en el fondo quería salir huyendo de aquel lugar, quería que me rescataran, que Edgar entrara y me sacara de allí. Tenía tantas dudas y no sé si estaré tan obcecada que a pesar de todo hoy sigo dudando si los médicos hicieron lo mejor para ambas y odio sus procedimientos, él no informar con claridad al paciente de lo qué pasa y el aislarle de sus familiares.
No podía creerlo, tantos años idealizando un segundo embarazo y ahí estaba, sola y triste y preocupada en aquel quirófano.

Comenzó la césarea. Yo estaba atenta, quería escuchar  a mi bebé y al fin pude oír su pequeño llanto, mucho más débil que el de Constanza, pero sonreí, estaba viva y había llorado, intente verla pero no podía, una sabana me lo impedía. Tras un largo rato la enfermera la acerco a mi, ahí estaba esa cosita pequeña con sus hermosos ojos abiertos, y la vi y le dije: "mi hermosa" y la besé. Me di el lujo de permitirme las lágrimas, las lágrimas que cuando nació Coni preferí guardar por vergüenza. La enfermera dijo que tenía que llevársela pues tenía dificultad para respirar. Las horas siguientes las pase en una sala de recuperación. El vientre me dolía, tenía mucho frío, estaba cansada. Cada que empezaba a quedarme dormida mi cuerpo reaccionaba con un brinco para despertarme de mis sueños y regresarme a la realidad. Quería que pasara el tiempo para ver a mi familia. Al fin me pasaron a un cuarto. Me dormí un rato. Después de unas horas pude ver a mamá.

Edgar estaba en la escuela, ese día tenía examen, solo él sabe cómo pudo concentrarse con todo lo que estaba pasando. Hasta la noche pude verlo, abrazarlo y llorar. Todos querían subir a verme, tuve que poner buena cara y recibir visitas aunque por dentro no tenía ganas de nada. Estaba hinchada y seguramente olía mal pues tenía días de no haberme dado un buen baño. Las noches en el hospital fueron amargas, lloraba mucho, me daba rabia sentirme tan triste porque sentía que estaba dudando de mi bebé y de su capacidad para luchar por su vida. Cada que hablaba con Edgar y con Constanza era terminar en un mar de lágrimas . No podía ver a mi bebé hasta que me quitaran el suero. Y tampoco podía ver a Constanza.

Al fin pude ver a mi Pequeña Isabel. Se me partió el corazón en mil pedazos al verla tan pequeñita, conectada a un respirador, con tanto cable, y piquetes. No podía parar de llorar, me dolía no haberla podido proteger en mi vientre, y que estuviera pasando por eso. La enfermera me regaño por llorar,  y me dijo que de no tranquilizarme me sacaría de la sala. Tuve que salirme un momento de la terapia. Los primeros días fueron difíciles, salía de terapia intensiva con el corazóncito roto. Todo eran malos pronósticos. Comencé a buscar historias en internet, grupos en Facebook, información y vídeos.  Encontré gran apoyo en mis amigas de la universidad quienes con sus palabras me dieron calma en un momento tan duro. Comencé a ver qué los papás que entraban a terapia intensiva habían aprendido a sonreír y empecé a aprender de ellos. La fortaleza y el optimismo de Edgar fueron pieza fundamental.

Me dieron de alta en el hospital y al día siguiente regresé porque de nuevo mi presión estaba mal, estuve otros cuatro días y me agobiaba, me deprimía estar lejos de casa y Coni. No solo me preocupaba Isabel, tambien mi Constanza que de pronto estaba sin su mamá muchos días, y la tristeza en sus ojos y en los de Edgar no se podía ocultar.
15 días después de haber nacido egresaron a Isabel de terapia Intensiva, la pasaron al área de prematuros, su primer gran logro, bueno en realidad su primer gran logro fue aferrarse fuerte a la vida desde que nació.

18 días más tarde, con gran sorpresa nos dijeron que podíamos llevarla a casa. No soy capaz de describir la dicha, la felicidad y lo agradecida que me sentí y que me siento con Dios y con la vida. No podíamos creerlo, Edgar dijo que estaba en shock, yo iba sin ropa, sin nada preparado y en casa se pusieron de cabeza para arreglar y preparar las cosas para el recibimiento de Isabel. En nuestros corazones había fiesta por la noticia.

Han pasado más de dos meses de tener a la bebé en casa y estamos muy felices. Miro atrás y no puedo creer que ya todo ha pasado.

Isabel llegó a casa un 25 de Noviembre pesando 1,800 kg y midiendo 43 cm. Sentimientos encontrados había en nosotros, por un lado había gran felicidad y dicha pero por otro lado teníamos miedo de cualquier cosa; del aire frío, de que pudiera pescar una enfermedad en casa, de no saberle proporcionar los cuidados necesarios y que tuviéramos que reinternarla de nuevo en el hospital, sin embargo con el paso de los días se han disipado los miedos y hemos aprendido a disfrutar de Isabel. La estoy disfrutando enormemente y ahora que mi vida ha dado un giro tan grande hay tanto de que hablar y tantas experiencias que compartir. Estoy pensando si se cambia el nombre y la dirección del blog o creo uno nuevo, ¿tú que opinas?

Acompáñanos en esta nueva etapa como padres de una bebé prematura y de una nena hermosa que esta entrando a la pubertad.








 Gracias por todas esas palabras de aliento que me enviaron, por estar al tanto de mí y la bebé y por formar parte de esta historia.

2 comentarios:

  1. Me alegro que este bien te mando un beso

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  2. Lo importante es que está perfectamente y es muy feliz y vosotros tan bién, se os nota en la cara esa felicidad!!!

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Editada por Wendolin Vera. Con la tecnología de Blogger.